En los talleres de Medicina Artística se juega.
Se ensucia uno las manos.
Se corre sin motivo.
Se dibuja sin saber dibujar.
Se llora a veces, sí,
pero también se ríe sin permiso.
Allí, en ese espacio seguro y sin juicio, los adultos se quitan las máscaras sociales, los trajes profesionales, las etiquetas familiares. Dejan de ser padres, madres, terapeutas o ejecutivos por unas horas… y vuelven a ser eso que un día fueron: alma en estado puro, sin filtros, sin miedo.
¿Por qué es tan importante volver a jugar?
Porque jugar no es solo cosa de niños. Es una necesidad biológica, emocional y cerebral. Y olvidarlo es una de las causas invisibles del malestar moderno.
La neurociencia ha demostrado que el juego:
- Activa el sistema de recompensa dopaminérgico, generando bienestar y motivación interna (Panksepp, 2007).
- Fortalece la neuroplasticidad, permitiendo que el cerebro adulto siga aprendiendo y reparando traumas (Cozolino, 2013).
- Reduce los niveles de cortisol, la hormona del estrés, y mejora la inmunidad (Brown & Vaughan, 2009).
- Favorece la empatía, la creatividad y la resiliencia emocional, claves en la salud mental a largo plazo (Pellis et al., 2010).
El psiquiatra Stuart Brown, fundador del National Institute for Play, afirma tras estudiar más de 6.000 casos clínicos que “la ausencia de juego en la vida adulta se correlaciona con depresión, rigidez emocional y pérdida de sentido”.
Jugar es ensuciarse de vida
En los talleres de Medicina Artística, nos volvemos a agachar, nos manchamos de barro y de témpera, nos permitimos crear sin metas. Allí no importa el resultado, sino la vivencia. Como cuando tenías 5 años y creías que un cartón podía ser un barco.
Jugamos como acto terapéutico. Porque el juego es una forma de inteligencia emocional, de expresión profunda y de liberación corporal.
Allí:
- Se curan las rodillas del alma, esas que nadie ve.
- Se integran las emociones reprimidas, a través de prácticas de arteterapia y PNL.
- Se regresa a casa: al cuerpo, al presente, al gozo.
Volver al niño no es retroceder, es evolucionar
“Dentro de cada adulto hay un niño que pide atención” dice la psicoterapeuta Virginia Axline. Escucharlo no es una regresión, es una reconexión. No se trata de ignorar la adultez, sino de equilibrarla con ternura, espontaneidad y juego.
Porque solo quien recuerda su juego, recuerda también su propósito.
Y cuando volvemos a jugar, el alma se siente vista, la tristeza se mueve, y la vida —al fin— respira.
Nombre del taller:
“Niño Interior 250 mg – para volver a sentir”
Posología:
Aplicar en cuerpo y alma, una vez por mes o según necesidad emocional. Puede causar efectos secundarios como alegría sin motivo, ganas de bailar o llanto liberador. No administrar con prisa.
“Play is nature’s way of ensuring that learning happens.” – Jaak Panksepp, Affective Neuroscience (2007)
“Cuando el niño interior se siente seguro, el adulto empieza a sanar.”
Te abrazo fuerte,
y te deseo una vida llena de colores.
Con ternura, color y escucha,
Medicina Artística
tu espacio de cuidado creativo 🌿✨


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